Desde el comienzo de los tiempos incontables mortales se han destacado del resto llevando a cabo admirables hazañas que los han convertido en iconos importantes para la sociedad, sociedad la cual ha crecido y evolucionado gracias a estas personas. Inevitablemente tuvieron que abandonar nuestro mundo, pero sus actos han marcado a la población y así surgieron seguidores que mantuviesen vivas las ideas por las que tanto han luchado. Pero de la misma forma que han existido héroes, también han existido villanos, y es que el bien no puede sobrevivir sin una pizca de maldad y viceversa. Hace miles de años la gente no se cuestionaba el por qué de las cosas pensando que era lo correcto, sin embargo, en cientos de rebaños de ovejas siempre puedes encontrar una con lana negra. En un principió, por la supervivencia, más adelante, por la gloria. Hoy en día no es difícil encontrar a alguien que deseé un hueco en la historia gracias a acciones llevadas a cabo en el pasado.
Quieren gloria, quieren poder, triunfar en lo que otros fracasaron. ¿Pero qué tanta verdad puede haber en lo ocurrido hace siglos? La gente inventa cosas, o las exagera y muchos han perecido creyéndolas. Los sueños de grandeza pueden ser más mortíferos que el ataque de un dragón. Aunque es cierto que para algunos una estatua en su honor no quedaría mal, la adoración de la gente, que sus actos hayan enseñado algo a las futuras generaciones, una canción oída en todas las tabernas de Tamriel cantadas por los mejores Bardos... Bardos... si lo piensas debe ser triste vivir a la sombra de otra persona, cómo saber si realmente lo que emociona a los espectadores es tu voz o lo que sea que haya realizado el protagonista de tu canción. ¿Viene la gente a oírte cantar, o solamente quieren rememorar algo? Recuerdo a la perfección a un joven Bardo que pensaba de esta forma, deseaba cantar sobre si mismo y no sobre otros. Ser el recordado, no el que recuerde.
Su nombre era Matheiu, un Bretón de unos veinte años un poco más alto comparado con el resto, una característica sin duda heredada de su padre Imperial. Su cabello era largo con una trenza a la izquierda, de color anaranjado rojizo, pecoso, de ojos verde oliva y una barba mosca. Delgado con una masa muscular normal. Su madre era una Bretona hechicera de la Universidad Arcana y su padre un Imperial muy aventurero, pasaba con su familia poco tiempo el cual aprovechaba con su hijo, casi siempre entonando canciones con un viejo Laúd que inspiró a Mathieu a seguir la senda de la alegría y elegancia que solo puede presentar un Bardo. Una tormentosa noche del 423 de la Tercera Era sorprendió a mitad de la noche a su padre quien estaba a punto de irse. Audeiu le prometió a su hijo que regresaría pronto. No lo hizo. El joven ahora sin padre tuvo que mudarse con su madre a la Universidad Arcana, aunque los asuntos de magos la absorbían demasiado como para que pasara tiempo con su hijo. Lo que para alguno hubiese sido una infancia dura, resulto en horas de diversión para él. Más de una vez se le oía cantar para todos los magos, cambiando las formulas de los alquimistas y saboteando las gemas de alma de los encantadores. Un poco problemático, pero los aprendices y maestros lo querían mucho, era el que alegraba a todos, el que disipó la seriedad en la Universidad. Sin embargo, por no presentar aptitudes mágicas lo echaron a los dieciocho. Durante dos años vagó por la Ciudad Imperial como "El Bardo Errante", un título que él mismo decidió ponerse, y a los veinte abandonó esos blanquecinos y gastados muros por un lugar en un pequeño asentamiento cercano llamado El Portón de Pell, su gran aventura comenzó allí.
Turdas 2 de Mano de Lluvia, 433 3E
El sol empezaba a levantarse, sus rayos se filtraban por las hojas llegando hasta la ventana de la habitación de Matheiu que pudo seguir dormido de no ser por la interrupción de Candice la gerente de la posada "La Yegua Dormida". Esta posada se encuentra de camino a la Ciudad Imperial lo que la vuelve un sitio bastante transitado por los ciudadanos de Bravil o Leyawiin y en algunas ocasiones por los caminantes de la región Coloviana que comprende Anvil, Chorrol, Kvacth y Skingrad. Aunque en raras ocasiones se puede observar a alguien de Chorrol y de ciudades más al norte-este como Bruma o Cheydinhal. Los ingresos son buenos, y mientras más mejor, esta es la razón que llevó a Candice a contratar a Matheiu, un bardo puede ayudar a que la estancia de todos mejore y que así inviertan más septims. En la posada hace tiempo que no hay nadie más trabajando a parte de Candice lo que la ha obligado a atender en solitario todas las exigencias de sus clientes, no es raro que el arte de su nuevo compañero se vea opacado por los favores extra que ella suele pedirle. Es muy frustrante cuando se te interrumpe en mitad de una interpretación musical.Ciertamente las noches han estado más movidas con la presencia de este joven Bretón. La voz es un arma muy poderosa e infravalorada que puede determinar el destino de una nación o del mismo mundo y Mathieu ya había sido espectador de esto. Durante su tercera semana en la posada un pequeño grupo del Gremio de Luchadores se había instalado momentáneamente. Para su desgracia miembros de la Compañía Bosque Negro, la competencia formada en su mayoría por Betmer, había hecho una pequeña parada para descansar. El Nórdico del Gremio había solicitado una canción que hablaba sobre la esclavitud de los Argonianos y Khajiitas en las tierras de Morrowind desde el punto de vista de los Elfos Oscuros. La tonada resultó hiriente, incluso Matheiu se sentía incomodo cantando algo así, no tardó en iniciarse una cruenta batalla que no dejó más que daños estructurales hacía la posada. Aun así no se podía privar a los demás de la buena música por lo que los servicios del joven Bretón siguieron en pie hasta el día de su partida.
Un Turdas por la mañana Matheiu estaba barriendo un poco para dejar su escenario un poco más presentable para el publico, y con escenario me refiero a una esquina cerca de una ventana no solo con buena vista, sino con una brisa que dispersaba el olor del licor que tanto disgustaba al Bardo. Un Guardia Imperial fue a dejar un cartel de recompensa para aquel que acabara con los bandidos de una cueva cercana al camino que lleva a Bravil. Candice le pidió a Matheiu que se hiciera cargo, la hija de la condesa de dicha ciudad pasaba mucho por la La Yegua Dormida y una fuente de ingresos como ella no puede perderse.
- ¡Hey Mat! - gritó Candice. - Mira lo que ha dejado el Imperial.
- ¿Qué es? - preguntó el Bardo. - "Quinientos septims para aquel que acabe con la vida de los bandidos de la 'cueva del cuerno' " ¿Y tú quieres que yo...?
- Ve y mata a esos bandidos.
- ¿En serio? ¡Grandioso!
- Oh... vaya, no creí... que te convencería tan... fácilmente.
- ¿Bromeas? Hace tiempo que quería algo de acción, esto es muy aburrido, salvó en la noche cuando me toca cantar. "El Bardo Matabandidos", podría ser un buen titulo para...
- ¡Oye! Menos habladuría y más matar bandidos.
- Claro... y con el dinero podrías pagar a alguien que haga la limpieza y así dejarme en paz.- Pensó Mat en voz alta.
- ¿Qué has dicho?
- No, nada, ahora mismo voy.
A pleno día cargado de entusiasmo parte a cumplir su nuevo encargo. Los bandidos suelen ser enemigos complicados cuando van en grupos muy grandes pero tomarlos por sorpresa en una oscura cueva los convierte en objetivos sencillos. El verdadero problema suele ser el jefe, quien se reserva el equipo de mayor calidad para él y sus seguidores de más confianza, cuando el resto puede estar equipado con armadura de piel y cuero, su jefe puede estar aguardando con un mandoble elfico y una armadura de los enanos, ni siquiera un general Imperial debe subestimar a alguien con el poder de liderar a un grupo de personas capaces de matar por una moneda. Armado con espada de acero de hoja un poco roma, una camisa blanca con chaleco marrón, pantalones anchos de color negro, unos zapatos gruesos de cuero de vaca y lógicamente su Laúd, Matheiu se aventura a la cueva que yace a pocos metros de la posada, al sur.
La fauna y flora de Cyrodiil puede distraer a alguien incluso en los tiempos más oscuros. La provincia es conocida por tener una fauna tan variada como bella. Detenerse a oler las flores es algo normal en la mayoría de los Bretones, de hecho, el día anterior se celebró un festival en honor a las plantas que es costumbre en High Rock. La flor que llamó la atención a Matheiu fue una preciosa [url=http://images.uesp.net/6/6e/OB-flora-Domica_Redwort.jpg]Domica Redwort[/url], se dice que estas plantas pueden mejorar la apariencia de aquellos que la consuman. Es común encontrarlas en la región de Bosque Negro, aunque tan al norte es algo inusual, parece como si hubiese sido plantada para Mat. Entre unos arbustos se podía observar la entrada a la Cueva del Cuerno custodiada por dos Altmers equipados con ropas, pieles y armas de hierro. Podría ser un combate sencillo pero los Altos Elfos son conocidos por su gran afinidad mágica. Más allá de su ventaja en combate, un verdadero Bardo usaría sus palabras antes que su espada, Mat no es la excepción.
- Hey muchachos, ¿qué tal?
- Vaya vaya, ¿qué tenemos aquí? Bretón, bardo, unos veinte... - dijo el Elfo de la izquierda.
- Miren... voy a ser rápido, me han contratado para eliminarlos a todos ustedes. - dijo Mat con una profunda seriedad.
- ¿Te han contratado...?...
- Sí, pertenezco al Gremio de Luchadores, tengo el rango de Guardián.
- ¿Sin armadura y con una espada de acero? Es difícil de creer amigo mio.
- Mi maestría en combate es tal que no necesito de un arma poderosa y una armadura afectaría mi velocidad. Soy tan rápido que un ni un mago con un rayo podría darme sin fallar al menos tres tiros, los he contado.
- ¿Te crees que somos estúpidos? - dijo furioso el Elfo de la derecha.
- Para ser Altmers no son muy listos, es cierto. Última oportunidad, largo.
- ¿Tú nos das oportunidades a nosotros?
- ¿Un poco arrogante?...
- ¡Ya basta! - gritó el Elfo de la izquierda.
- Creo que me falta algo de practica.
El tiempo pasaba mil veces más lento que de costumbre, antes de desenvainar sus armas intercambiaron miradas tal como si se tratara de un ritual previo al combate. Para cualquiera hubiera sido cosa de segundos pero ellos sentían que sus miradas duraban horas, eventualmente la lucha comenzó. El primero en sacar su arma fue el Bretón, acercándola al rostro de sus enemigos para desequilibrarlos y poder retroceder unos pasos. Mat no era muy ameno al combate, su nerviosismo le jugó en contra limitandolo a bloquear los ataques del Altmer de la izquierda, mientras que el de la derecha conjuraba una bola de fuego que acabó enviándolo a volar varios metros de distancia. Aunque su naturaleza Bretona le permitió absorber parte del daño, fue un golpe muy duro. El esfuerzo ejercido por su parte para levantarse fue agotador, mientras se enderezaba a duras penas, uno de los elfos se acercaba lentamente riéndose. Sucedió en un abrir y cerrar de ojos, algo se apoderó del cuerpo de Matheiu, había atravesado al Elfo con su espada, incluso él tardó unos segundos en percatarse de ello.
El otro Altmer quedó perplejo al ver morir a su compañero, lo que lo llevo a sentir mucha furia. Un rayo salió disparado de sus dedos aunque el ágil esquive de Mat hizo que impactara en el suelo matando unas simples hormigas. Claro que estamos hablando de bandidos, no hay que esperar un gran desempeño mágico, y como la magia es algo complejo las reservas de maná del bandido quedaron drenadas por completo, convirtiéndose en un encuentro cuerpo a cuerpo. El combate resultaría gracioso para un experto; un Elfo atacando sin sentido y un Bretón esquivando con saltos hacía atrás. Agotado de tantos espadazos al aire se detuvo, Matheiu le lastimó la mano para que no volviese a empuñar un arma durante un tiempo, lo dejó con vida y a su suerte. Pero darle la espalda a un ladrón no es de las mejores ideas y el Bretón casi paga por su error, atento pudo apuñalarlo antes de que el Elfo lo tocará. Vio, sorprendido, a su victima cerrar los ojos antes de morir
Frente suya la puerta de la cueva. Un pequeño suspiro de su parte antes de entrar.
Música de despedida.
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